Estamos ante uno de esos proyectos que enamora desde el principio.
Este es el sueño de Carlos Esteva, que en 1979 decide irse a vivir a esta finca propiedad de su abuelo, para poco a poco, ir convirtiendo esta propiedad en ruinas en su casa, su bodega y su viñedo, siempre desde un sentido muy armónico, natural y saludable.
Estamos ante uno de esos proyectos que enamora desde el principio.
Este es el sueño de Carlos Esteva, que en 1979 decide irse a vivir a esta finca propiedad de su abuelo, para poco a poco, ir convirtiendo esta propiedad en ruinas en su casa, su bodega y su viñedo, siempre desde un sentido muy armónico, natural y saludable.
Desde el principio apuesta por el emparrado en las viñas y además de cuidar el vidueño autóctono, decide probar con más de una veintena de varietales foráneas.
Su idea es crear vinos de cosecha propia, con singularidad y saludables, entendiendo que su casa es una bodega y no una factoría.
La propiedad de 455 hectáreas, se localiza en el Garraf, con 50 hectáreas de viñedos, 2 ha. de olivos y 1 ha. de almendros, el resto bosques y piedra.
A una altitud entre los 300 y 500 metros, es una zona de colinas con suelos calizos asentados sobre roca caliza y arcillas.
Suelos poco profundos de origen marino, con un 40% de contenido en cal activa, que limita la producción.
El cultivo del viñedo se realiza en ecológico, solo se labra la tierra en invierno para airearla y el resto del tiempo se deja que la flora y la fauna trabaje.
En cuanto a la bodega, recordamos el inicio, es el "sueño". Una bodega incrustada en la piedra con un diseño tan expectacular como funcional, y todos los medios para la elaboración de grandes vinos, no de grandes cantidades de vino. Gravedad, micro-vinificaciones por separado, naves de crianza subterraneas, investigación, etc.
Solo hay que probar sus vinos, para compartir su sueño.